Algunas veces me he metido en líos por escribir o decir lo que siento, pero lo que yo pienso y creo, lo escribo.
Durante una reunión laboral escuché una de las frases más devastadoras: «Aquí todo está perdido» y aunque confieso que lo tomo como una perspectiva más, de tantas que pueden tenerse sobre una misma situación, me he puesto a pensar también, en lo difícil que podría resultar a veces, ser una buena persona en ambientes hostiles, apostar por la gente o tener entusiasmo con el compromiso de los demás.
Sé que solo se es responsable por el cambio propio y no por el de los demás. Sin embargo al compartir espacios, afectos y hasta desafectos, es complejo no esperar algo mínimo de parte del otro. No obstante una de las verdades más grandes, es que tener expectativas, solo traerá sufrimiento, cuando esperas algo del otro, que no ha decidido darte.
Ambientes laborales donde la desconfianza prima, la poca valoración destaca, donde hay escasez de voluntad y mal entendidos cada día, se vuelven una bomba de tiempo. Y si solo se tratara de que fuéramos como islas solitarias cada persona, probablemente todo sería más fácil, pero como seres sociables que somos y donde una obligación laboral persiste, esta idea no cuaja.
Creo que nadie está listo, ni espera recibir todo lo contrario a lo que da. No sé a ustedes, pero a mí me ha sucedido en las relaciones de pareja, en las laborales, en las familiares y en las de amistad. Quizás esa sea la «sal» de la vida, eso que vinimos a aprender, para resignificar, soltar, trascender y evolucionar.
Nadie quisiera recibir mentiras, decepción y desconfianza, pero lo cierto es que estas acciones, son grandes maestras, para poner en jaque nuestra capacidad de reacción y amor incondicional.
Según Wayne Dyer en “El Poder de la Intención”, debemos ser el contrapeso a la negatividad humana que encontremos en nuestra vida. Así que esta lectura llegó a mí, en el momento preciso, para recordarme que, el impacto que podemos tener en quienes nos rodean, no solo nos une a una energía determinada, sino que puede influir directamente en lo que queremos crear. Según su estudio, una persona que vive y vibra energía del optimismo y la energía de no criticar a los demás, servirá de contrapeso, para la negatividad de 90 mil personas más, que continúan en los niveles debilitadores más bajos.
Entonces, quiero creer aún en los cambios posibles, esos que vienen desde la convicción por hacer algo y ser alguien mejor cada día. Quiero creer en el otro, aunque a veces “mal pague” como dice el dicho. Quiero poner mi intención y no mi expectativa para hacer que las cosas funcionen.
Creo que si cada uno de nosotros se reconciliara con eso que más repudia, con las personas que detesta y pudiéramos dejar de juzgar, de querer tener la razón y nos hiciéramos una intervención quirúrgica llamada “egoectomía”, el cuento de la humanidad y su entorno sería otro. Este es un ejercicio de soltar para recibir, de empezar a ser lo que quieres vivir.
El despertar de la consciencia es cada vez más notorio y son más las personas que se suman a ello. Creo que siempre tenemos la elección de ver la belleza oculta en cada cosa y hecho de la vida y para eso nos hace falta tener gratitud por lo que ya es, por lo que ya está y lo que podemos hacer con ello. Vivir en el presente y dejar de juzgar a los demás.
Pienso. Creo. Escribo.
Es más fácil destruir, no queremos luchar por un mejor presente, no entendemos que el futuro es mañana, las freses «hemos tocado fondo o por eso estamos cómo estamos o ya que ch» nos demuestran lo débiles, resentidas y conformistas que no hemos vuelto, ni nos levantamos y ya empezamos con el «todo esta perdido»
Así es. Y nos dejamos muchas veces consumir por esa baja energía que no aporta ningún cambio. Yo creo que el secreto está en lograr inspirar a las personas, para que cada quien desde donde está haga su parte con compromiso y consciencia. Además, cuidar nuestra energía que es lo más preciado que tenemos. Un abrazo!