De las circunstancias y experiencias que cada cosa vivida nos va dejando, salen los aprendizajes, unos más fuertes que otros. Poder descubrir el regalo que viene envuelto en un suceso, es una dura pero necesaria tarea, para apreciar lo que obsequia cada momento de la vida.
Despertar la consciencia tiene un precio, que dependiendo del diálogo interno que manejamos, puede ser alto o una oportunidad para convertirnos en mejores personas.
No sé si a veces les ha pasado, pero de tanta información que entra por nuestros ojos y nuestros sentidos, hay un punto de quiebre, donde llega el momento de poner todo eso en práctica y a veces por más herramientas que tenemos, resulta abrumador y difícil de hacerlo.
En ocasiones se siente como perder la perspectiva, el norte y el sentido en la vida. Vivir sin un propósito, es vivir en un profundo vacío, o como diría mi hijo, en un agujero negro. En ese punto a mí me ha sucedido, que llega la ansiedad, como un detonante que trae un mensaje poderoso, para decirme que hay algo que trabajar en mi vida, algo que soltar para sanar y encaminar nuevamente mi propósito.
Encontrarse a uno mismo
Quizás una de las búsquedas más intensas, es la que hacemos hacia nosotros mismos, como decía antes, despertar la consciencia tiene un precio, y eso a veces significa, empezar a transitar solo por un camino desconocido.
Entender de corazón que somos los únicos responsables de nosotros mismos, no es tan sencillo. Asumir que nadie nos debe nada (amor, respeto, consideración), que nadie vino para satisfacer ninguna de nuestras necesidades, es un total rompimiento de ideas y sentimientos que se alojan en nuestra mente.
Empezar a trabajar en nuestro ser, llenando con nuestra propia presencia todos esos vacíos percibidos, dejar de tener expectativas y ponerle intención a nuestra acción, implica caminar hacia el encuentro con nosotros mismos, con esa palabra de 7 letras y llena de alquimia: proceso, una palabra tan común y a la vez tan compleja.
¿Qué significa vivir un proceso?
Etimológicamente la palabra proceso viene del latín processus, formado por pro: “adelante” y cadere: “caminar”, por lo que refiere a la acción de ir hacia adelante, de avanzar. Hay otros significados que lo definen como el conjunto de fases sucesivas de un fenómeno o hecho complejo.
En todo caso, para efectos del desarrollo personal, el proceso abarca momentos que implican cambio, incomodidad en muchas ocasiones, reflexión, entendimiento y con la gradual transformación, un victorioso sentimiento de logro y conquista. No obstante, a veces se siente como un retroceso, a lo cual los entendidos en la materia, aseguran que nunca hay un retroceso, sino una ratificación o recorderis de hacia dónde vamos, porque el proceso nunca es lineal.
Del “bendito proceso” se aprende que la paciencia a veces se torna en una compañera, más que en una virtud, yo diría que la paciencia al igual que la fe, debe ser activa, sino fracasa y se convierte en un triste consuelo. Paciencia para con uno mismo, no significa ser pasivo o paciente de una sala de espera médica, sino entender que el tiempo y la reflexión son dinámicos, pero por, sobre todo, la paciencia implica ser compasivos con nuestra propia historia.
Como dice la canción: “no tratemos de correr antes de andar”, una buena frase, para recordarnos que solo cuando estamos listos, es cuando todo llega y que lo único real en nuestra vida, es el presente.
Dar un paso a la vez…
Despertar la consciencia es el primer paso, pero a ese le acompañan muchos más, donde el universo es infinitamente generoso, porque pone compañía en tu camino, yo les llamo ángeles. Y aunque no estén alados precisamente, puedo decir que nunca falta esa persona, ese maestro, hermana, amigo, circunstancia o suceso, para acompañar tu aprendizaje, para darte contención y alegría. El secreto está en abrir tu mente y corazón, para apreciar cuando llegan a acompañarte.
A veces vivimos situaciones que nos cambian la vida, que nos dan perspectiva, también llegan oportunidades para conducirnos hacia nosotros mismos, para revelar nuestro propósito. Y si algo aprendo, de esta que llaman “la crisis de los 40”, es que la vida es infinitamente sorprendente, nada es estático, ni para siempre, que todo tiene un objetivo y se construye desde las elecciones que hacemos día a día.
Celebremos entonces, al proceso, a los amigos, a la “experiencia que hace ciencia”, a la vida que con sus infinitas maneras de enseñarnos y mostrarnos todo eso que a simple vista no podemos ver, nos regala la oportunidad de hacernos felices. Por lo “desagradable”, que llega con un propósito a nuestra vida, por el crecimiento y la transformación. Por todo eso que nos inspira, por esa sonrisa que nos regalan cada día. Celebremos el poder volver hacia nosotros mismos, que es el mejor lugar y la mejor elección que podemos hacer.
Pienso. Creo. Escribo.
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