Sentir que de pronto tu vida cambia y dejas de hacer las cosas más banales, sin saber por qué de un día para otro sucede esto, es el inicio de un proceso silencioso, que pide pausar y analizar los sucesos en los que nos vamos desenvolviendo.
Dudar de las propias capacidades para hacer tareas cotidianas, sentir miedo, mareos, despersonalización, cansancio, ataques de pánico y ganas de aislarse, son solo algunos de los síntomas, tanto físicos, como emocionales que se producen, para llamar nuestra atención.
Si hablamos de una línea de tiempo o secuencia de eventos que vamos teniendo, donde experimentamos emociones y experiencias, que generan sentimientos y pensamientos, con altos y bajos, que impactan y congelan, sin darnos el debido descanso y tiempo necesario, de ahí llega una mensajera silenciosa a visitarnos, una mensajera llamada ansiedad.
La mayoría de las personas hemos adoptado, casi por default, patrones de vida, para expresarnos y mostrarnos de cierta manera, a veces reprimiendo emociones y estados de ánimo, con la intención de dar una apariencia de equilibrio, fortaleza, valentía, cordialidad y demás. Guardar lo que sentimos, en un closet sin fondo, se vuelve muchas veces el “modus vivendi”, para complacer a los demás y lograr un sentido de “armonía” o pertenencia a un grupo o espacio.
En los distintos espacios existe cierto desconocimiento y desinformación, de lo que es y significa lidiar a alguien con ansiedad, cómo se produce y lo que requiere del entorno, para ser sanada, que va más allá de la mera empatía.
¿Qué mismo es y cómo se origina?
Las personas podemos vivir con ansiedad por mucho tiempo, intentando mantener el control de lo que sentimos, sin embargo, llega algún evento o circunstancia, que se convierte en su detonante y aparecen síntomas y sensaciones, para decirnos que algo que está sucediendo en nuestra vida, merece atención, cambio y transformación.
La ansiedad es una emoción y no una enfermedad, por ende no es contagiosa, ni hereditaria. Es producida por la acumulación de tensión física y emocional, asuntos no resueltos, emociones no gestionadas y necesidades no atendidas.
La ansiedad como lo define la psicóloga Fabiola Cuevas, es la “consecuencia de vivir con altos niveles de estrés”, tratando de ser perfectos, fuertes todo el tiempo, aguantando y negando lo que sentimos, complaciendo a los demás, entre otras cosas, lo que hace que nos desconectemos de nosotros mismos. Todo esto va generando ansiedad.
Se estima que 264 millones de adultos en todo el mundo padecen ansiedad, por lo cual es más común de lo que pensamos, aunque seamos poco empáticos con ello. Vivir con ansiedad es desagradable y complejo, más cuando empieza a limitar el normal funcionamiento de la vida; y peor aún, cuando no se entiende qué es lo que está pasando, si no se cuenta con las herramientas para gestionarla, el cariño y el apoyo de un círculo cercano y de confianza.
La ansiedad es un llamado de atención hacia nosotros mismos, para aprender a sentir. Sentir todo eso que vivimos negando, ocultando y disimulando. Para aprender a sentir las emociones en el cuerpo. Para entender que, cuerpo, mente y espíritu son uno solo.
Una mensajera silenciosa
De esta mensajera silenciosa en un principio, llamada ansiedad, se pueden aprender muchas cosas, entender otras tantas, pero sobre todo, te pone a prueba. ¿Para qué? es la pregunta. Y ahora, yo diría que es el punto de quiebre, que no solo obliga a pausar, para sentir y cambiar algo que no está funcionando en nuestra vida, sino también para enseñarnos a poner límites, sobre lo que ya no nos hace bien. Aprender a ponernos en primer lugar y a aquello que sentimos, atender nuestras necesidades, recibir lo que merecemos y amar lo que somos.
El ritmo de vida que llevamos como sociedad y lo que eso ha provocado a la hora de tener pensamientos y hacer una interpretación de ellos, configura seriamente, la forma en cómo nos miramos y nos mostramos, porque a veces generamos ideas y percepciones erróneas, que las aseveramos como verdades únicas e inmutables.
Aprender a romper con esa versión de uno mismo y los pensamientos limitantes que tenemos, es una real encrucijada, cuando entendemos que muchas de esas situaciones, empiezan a generarnos incomodidad y pérdida de equilibrio físico y emocional.
¿Qué hacer para enfrentar la ansiedad?
Darnos tiempo, es quizás uno de los pasos previos, en un camino que recorrer, lleno de desafíos. Tiempo para sentir, para detenernos a mirar hacia dentro y dejar de buscar respuestas en lo externo.
Ser autocompasivos, tenernos paciencia, no recriminarnos por cómo nos sentimos y estamos, es tan solo el inicio de una forma diferente de hacer las cosas. Se dice fácil, pero en realidad es más complejo.
Superar la ansiedad, implica enfrentar los miedos, las emociones, atender las propias necesidades, hacer ejercicio, aprender a respirar y gestionar lo que sentimos. Además, romper el paradigma de ser “todopoderoso y autosuficiente” y pedir ayuda.
Hace tiempo atrás pensaba que la palabra ansiedad, era un modismo que usábamos en una conversación, para referirnos a un estado eufórico. Hoy sé que requiere de entendimiento, ayuda, voluntad y fortaleza, no solo para entender desde la práctica vivencial lo que es y significa, sino sobre todo, para realizar acciones que conduzcan a superarla.
Para acompañar a alguien que tiene ansiedad, se requiere no solo de empatía, sino de paciencia y conocimiento. Es difícil entender la dimensión de los síntomas que expresa una persona con ansiedad, así como hacer una lectura comprensiva de lo que una persona puede estar sintiendo. Lo mejor es estar, acompañar, dejar ser y escuchar, sin juzgar.
Yo recomendaría buscar ayuda profesional y la compañía de alguien de confianza, a quien se le pueda contar lo que se siente y por lo que se está atravesando, para tener el apoyo y el cariño. Entender además, que se trata de un momento en la vida, que requiere de atención y de hacer los cambios necesarios que la ansiedad está pidiendo, para superarla.
“Lo que me trajo la ansiedad”…
Jamás habría imaginado que la ansiedad traería un mensaje positivo a la vida de las personas, creo que realmente implica darle un giro, para aprender a ver la belleza oculta tras las cosas.
Para quienes la hemos sentido, se pinta como una de las experiencias más fuertes, porque no es sino, aprender a lidiar con uno mismo, a buscar un equilibrio, a vivir una vida sana y preventiva, capaz de poner en regulación todos los aspectos del ser: físicos, mentales, emocionales y espirituales.
De ella aprendo cada día, que ser fuerte no es siempre la única opción, que la valentía a veces es sinónimo de cansancio, que las emociones son fuertes, pero no son para siempre, que sentir no es peligroso y que el miedo solo nos recuerda que estamos vivos y que podemos transformarlo en nuestro aliado. La ansiedad puede ser vista como una oportunidad para aprender a conocernos a fondo, de lo que somos capaces de hacer y sentir.
Hoy quiero reconocer esta emoción, que me ha permitido acercarme más a mí y encontrar ahí, las respuestas a todo eso que estaba preguntando. No les diré que es una experiencia hermosa persé, porque vivir uno de sus picos más altos, realmente asusta y pone a prueba a quien lo siente. Quizás una de las cosas que más aterra, en un mundo lleno de inmediatez, donde todo está a un clic, es entender que el único camino para superar las dificultades en la vida y en particular la ansiedad, es a través de ella y no alrededor de ella, no evadiendo, ni corriendo, sino atravesando su sendero.
Celebro que en el mundo existan personas maravillosas, me gusta pensar y decir, que son como ángeles que el universo pone en el camino, para ayudarnos a trascender situaciones; y es gracias a ese apoyo que recibimos, que logramos entender lo que sucede, para transformarlo. Si bien elegimos un camino profesional, donde podemos especializarnos, no se compara con el hecho de que haya personas a quienes les mueve servir y ayudar a los demás, un plus especial para quienes lo hacen desde su propia experiencia. Mi reconocimiento a toda esa gente extraordinaria. Mi gratitud y cariño a quienes con su compañía, empatía y palabras de aliento, acompañan nuestro camino.
Pienso. Creo. Escribo.
Excelente articulo Pauli. Felicitaciones
Gracias por tu lectura!! Un abrazo a la distancia.
Muy muy acertado difícil pero no imposible de superar esta ansiedad que se empeña en enseñarnos algo importante pero de lo que deseamos fervientemente escapar. Gracias mija ha sido una luz.
No podemos escapar porque ella va con nosotros!! Lo cierto es que nos trae aprendizajes tremendos.
Un abrazo fuerte.