Pese a que sabemos que somos finitos, que los más viejos tienen supuestamente más posibilidad de partir primero, la muerte de un ser querido, de un amigo y hasta de un conocido, nunca deja de sorprendernos, de sacudirnos y conmovernos. Esa es la condición humana, que nos recuerda día a día lo vulnerables y efímeros que somos.
He pasado un tiempo significativo recordando fragmentos de mi infancia, con el afán de indagar en el “para qué”, en mi tiempo actual, no escapan entonces los detalles que marcaron la vida, los momentos inolvidables y por supuesto las personas que fueron parte de ello.
Despedí a la distancia a mi abuelo paterno y eso me trajo muchos recuerdos, ya que mi infancia estuvo completamente copada de su presencia, fue un protagonista icónico, un líder de familia y hasta un “gurú”. Mis ojos de niña, me hizo ver a mi abuelo como un héroe.
Como niños (al menos del tipo de niña que yo fui), veíamos a los adultos como esos seres que nunca se equivocaban, que estaban para proteger y que siempre tenían la razón. Afortunadamente, en medio de todo ese curioso imaginario, pude privilegiar todo lo bueno, lo que me traía alegría.
Los abuelos son definitivamente esos personajes en nuestra vida, que se tornan en un segundo padre o madre, que a veces son cómplices, guías y amigos. Vi esto con mis abuelos y lo veo ahora con los abuelos de mi hijo. Creo que ser abuelos, es como una segunda oportunidad de maternidad y paternidad que da la vida, para hacerlo mejor, para criar diferente.
Desde esta breve perspectiva, puedo decir que fui infinitamente afortunada con los abuelos que la vida me dio, en el tiempo que me tocó vivir, porque en la infancia recibí alegría, amor, protección y cuidado. En la juventud, su sabiduría y guía. Con sus testimonios de vida, descubrí que detrás de ese héroe adulto “casi invencible”, había un ser humano vulnerable, con aciertos y desaciertos, con dureza y a la vez fragilidad, pero que dieron lo mejor que pudieron y tuvieron, para intentar hacer más liviana la carga de sus familias.
Creo que el mejor tributo que podemos rendir a nuestros seres queridos cuando nos dejan, es celebrar su vida, mantenerlos vivos en nuestro recuerdo, sin que eso impida que sigamos con nuestra vida. Agradecer por todo lo vivido y cada momento compartido. Que vivamos intensamente, antes de que llegue nuestro turno de partir.
Celebro la vida de quienes fueron mis abuelos, conservo su recuerdo y me quedo con lo mejor que nos dieron en familia. Tal y como aprendí a decir cuando era adolescente: “No es más que un hasta luego, un breve adiós”.
Gracias por esa linda escritura, me hiciste recordarlas; tuve la suerte de conocer y compartir con mis abuelas, tengo pocos pero bueno recuerdos, no así de mis abuelos ya que no tuve la suerte de conocerles a ninguno.