Con mayor intensidad vivimos la “cuenta regresiva”, al estar cerca de finalizar el año. Tenemos la manía de recapitular nuestra vida y acciones, como si tuviéramos algún apuro desmedido cuando llegamos al término del calendario.
Creo que siempre es un buen momento para volver a empezar, para meditar y analizar las cosas, para resignificar nuestros actos y obtener perspectivas. No hace falta una hora, ni un día específico en el calendario para optar por un nuevo inicio.
Estos días fui parte de una magistral charla donde me resonó una frase: “Tomamos decisiones con emoción y las justificamos con lógica”. Sentí tanta conexión en esto y por fin entendí muchas cosas. Todos los presentes preguntábamos a qué mismo se refería esta premisa. A mí me condujo a un momento de revelación interna, e inspiración para estas líneas.
Cada día tomamos decisiones, unas más emocionales que otras y les chantamos por ahí algo de racionalidad, para decir que somos súper ecuánimes. En el fondo desconocemos esta verdad tan cierta y luego nos preguntamos el porqué de muchos de nuestros resultados.
Nada más acertado que entender que en la vida todo es causa-efecto, que somos seres emocionales y no lógicos, que siempre escogemos y elegimos en base a la emoción y sino preguntémonos porqué decidimos a favor o no, de ciertos sucesos, de permanecer en ciertos lugares, con ciertas personas y bajo cierto tipo de circunstancias. Porqué preferimos unas cosas y no otras, etc. Es simple: estamos llevados por la emoción.
Creo también que las emociones sanas, hace que tomemos decisiones sanas, emociones negativas, decisiones negativas, y así sucesivamente. Qué ironía descubrir que la brújula para hallar o evitar cualquier camino en la vida, siempre es la emoción, pero el termómetro que nos guía en medio de esto, es lo que ellas nos hacen sentir.
He batallado seriamente con este tema desde hace un buen tiempo y de manera inconsciente; y puedo decir que no hay nada más aterrador que eso, cuando no podemos identificar con claridad ciertas emociones, no reconocerlas y peor aún cuando no sabemos de dónde vienen, ni cómo gestionarlas.
He tenido la fortuna también, de toparme en medio de este enredo de inconsciencia emocional, con la posibilidad de hacer una interpretación distinta de las cosas, para dejar de justificar con “lógica” algo que simplemente no lo tiene.
Si bien el reto está en hallar en algún punto el equilibrio entre la emoción y la razón, creo que el real secreto tiene que ver con aprender a gestionar lo uno y lo otro, de manera más balanceada, desde un sentido más amable y amoroso con nosotros mismos, diciéndonos la verdad, teniéndonos paciencia y sabiendo que la emoción irá por delante de la razón.
Si creen que estas palabras están desvariando al igual que quien las escribe, háganse a sí mismos una pregunta, sobre una decisión difícil, compleja o inmensamente placentera, que tuvieron que tomar en algún momento de sus vidas y miren ahí cuál fue la motivación que tuvieron para hacerlo, para decidir a favor o en contra de algo en particular. Seguro tuvo que ver con ese estado de ánimo que les producía, la paz y la felicidad que probablemente les trajo.
Querer justificar con lógica, las decisiones emocionales, es algo contradictorio y sin sentido, quizás “útil” cuando intentamos explicar razones a los demás, pero en el fondo, no podemos engañarnos a nosotros mismos.
Cuando la emoción desborda, será bienvenida un poco de razón, para que las dos encajen y hagan clic. Traer la razón a la emoción, no es fácil, ni se ve con mucha claridad en ciertas ocasiones, pero haciendo el intento de mirar más allá, las decisiones que siempre estarán cargadas de emociones, pueden ser más o menos placenteras, cuando logramos darles un equilibrio.
Empezar a decidir a favor de lo que nos emociona, lo que nos hace vibrar, lo que nos eleva y nos hace sentir maravillosamente vivos y llenos de energía, cambia radicalmente el panorama en nuestra vida. Podemos hacer un paréntesis en cualquier momento del año, sin señalar un día en particular en el calendario y brindar por el “simple hecho” de poder elegir, de estar vivos y de tener cada día una nueva oportunidad, para trascender, para disfrutar de nuestra propia compañía y de la de los demás.
Cada recuento en la vida es valioso, porque está lleno de aprendizajes. Cada experiencia vivida nos muestra un camino y una lección que, a veces la repetimos y otras la reprobamos por completo, ahí es cuando con inclemencia el universo nos volverá a poner la misma prueba.
Entonces, más allá de los rituales, las ceremonias, las tradiciones y los calzones de mil colores que se visten en el fin de año, vale la pena pensar que los nuevos inicios, en realidad están marcados por los cambios internos, por la congruencia de nuestros actos diarios, por esa decisión emocional sin disfraz de lógica, por la valoración que hacemos de nosotros mismos y por darnos la oportunidad de elegir conscientemente a favor de lo que nos hace felices y mejores personas.
Desde ya brindo por ello…¡salud!
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