En la vida pasamos por gran cantidad de facetas, momentos y espacios, adoptamos temas, posturas y tenemos pensamientos de todo tipo, que atraen sentimientos y emociones, que a la vez son el resultado de las propias interpretaciones de lo que sucede en nuestro alrededor. De acuerdo a estas emociones vienen nuestras acciones.
No dejo de sorprenderme cada día con lo que esto significa, cuando en el intento de hacerlo una praxis, vamos construyendo sentidos y, sobre todo, cuando vamos mostrando y sacando todo eso que es parte de nuestra esencia, lo que somos realmente.
Mucho escuchamos o leemos sobre cómo enfrentar el dolor en la vida, dolores de todo tipo, los más “sencillos”, por así decirlo, los que se aplacan con medicinas y aquellos que no son físicos, esos que no tienen precisamente una ubicación exacta en el cuerpo, esos que a veces no identificamos claramente dónde están, pero que presumimos que son los que nos cambian y hasta nos marcan en el alma. Esos momentos, situaciones y sentimientos, son fragmentos de la vida que solo empiezan a sanar con la aceptación, donde, además, paradójicamente, la cura somos nosotros mismos. Yo me pregunté, ¿Cómo aceptar para sanarse en medio de un caos emocional?, definitivamente una buena opción para encontrar ese camino, sería la ayuda profesional, lo que es un tanto desafiante, en medio de un entorno lleno de prejuicios y gente que lo juzga todo. Otra opción sería contar con el cariño y apoyo de los amigos verdaderos, la pareja o la familia.
Sea como sea que vivamos este proceso y elección que hagamos en ese intento por descubrirnos y levantarnos a nosotros mismos cada día, la clave está en tenernos paciencia y amor, para entender que aquello que no podemos controlar, nos está mostrando lo que debemos soltar y dejar fluir en entera libertad.
Todo, absolutamente todo, es una proyección, una manifestación de nuestro estado de conciencia, que nos muestra constantemente esos aspectos del ego, que por salud mental y emocional tenemos el reto de soltar y trascender.
El dolor puede ser pasajero, permanente, lacerante y hasta fulminante en algunas ocasiones, todo depende de la perspectiva con que lo queramos mirar, de la interpretación que le demos y de la valentía con que lo afrontemos, ya que podríamos pasar años en terapia, si no entendemos que la oportunidad que tenemos, somos nosotros mismos.
Hoy que comparto estas líneas, recuerdo cada caos que he sentido en mi vida, de vez en cuando los tengo (y bueno…quién no), pero por fin he logrado asimilar que aceptar es entender que las cosas sucedieron como sucedieron y dejé de querer que hubieran sucedido diferente.
Aceptar para mí fue centrarme en el aquí y el ahora, para empezar a decidir diferente, en lugar de desperdiciarlo en el “hubiera hecho” o “hubiera sido”. Aunque esto suena lógico, la compleja asimilación humana, de todo lo que nos sucede, nos impide realmente actuar así, es casi por “default”, que vienen este tipo de pensamientos. Y la verdad es que no somos seres lógicos, sino emocionales, si fuera lo contrario, otra sería nuestra historia como humanidad.
En lo que sí coincido, con todo lo que oímos y vemos, es que el dolor en verdad nos hace más fuertes, pero solo después de que llega el aprendizaje y discernimiento. Como lo dije antes, soltar es de lo más difícil que me ha tocado aprender en la vida, pero también lo más liberador.
Desde esta perspectiva, agradezco por todo el amor que pude dar y recibir, por el aprendizaje que llegó con el caos, por comprender que la vida, está hecha en realidad de esos instantes, fragmentos y enseñanzas, que nos muestran y recuerdan que un día estamos y al otro día no, esa es la fragilidad de la cual estamos hechos.
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