Aceptar el cambio implica distintas emociones, desde vivir un duelo por situaciones que llegaron a su fin, hasta aprender a dominar la incomodidad que el cambio como tal trae.
He sido de las personas, a quien no siempre le ha sido agradable el cambio, pero debo confesarles que mientras uno más se resiste, eso solo se hace más fuerte y como dice mi mentor “lo que resistes, persiste”.
En muchas ocasiones el cambio provoca resistencia, otras veces alivio, pero definitivamente siempre viene acompañado de nuevas experiencias y aprendizajes, para crear una nueva realidad.
La resistencia al cambio está relacionada con esa obsesión que sentimos de querer que las cosas se mantengan como siempre fueron, que perduren en el tiempo y las aguas, como dicen por ahí.
El cambio se vive como un duelo muchas veces, porque está cifrado en esa metamorfosis de lo que significa un final, en que algo deja de ser como era y nos cuesta tiempo, paciencia, aceptación y un par de canas extras, adaptarnos a lo nuevo y muchas veces a lo inesperado.
A través de algunos años he visto y sido testimonio vivo, de cómo es que las personas nos resistimos y vivimos añorando a que todo vuelva a ser como era. Desde hace un año atrás, he adquirido consciencia y voy interiorizando el reto de lo que significa vivir, pasar y aceptar cambios radicales. Quizás aprender a tener perspectiva, es lo más significativo que el cambio me ha traído.
Las personas estamos acostumbradas a querer mantener el control de todo lo que sucede a nuestro alrededor, en menor o mayor intensidad, dependiendo del contexto. Desde mi perspectiva actual, creo que el cambio, sí puede convertirse en una verdadera transformación.
Los significados que le damos a los cambios en nuestra vida, son los que nos pueden conflictuar o traer el aprendizaje y en el escenario muy típico a veces, el dolor y el sufrimiento, si le otorgamos un significado negativo.
En distintos espacios he visto y experimentado cómo esa resistencia ilógica y 100% emocional que tenemos frente a muchos cambios, nos detiene y/o paraliza, porque está cargado de miedo y falta de confianza en nosotros mismos. Definitivamente aún no podemos volver en el tiempo, pero negar que algo sucedió como sucedió, es más inútil. Lo único certero en la vida es que todo cambia.
Desde esta última consigna, creo que la posibilidad de hacer que el cambio signifique una real transformación para nuestra manera de pensar, sentir y actuar, es un proceso fuerte, que, aunque a veces nos arrase y hasta nos desborde, por todo lo que representa, siempre valdrá y contribuirá a la evolución de nuestro ser y nuestra vida.
Aprender a aceptar el cambio
Adaptarnos a nuevas circunstancias, aceptar el dolor de un final para trascenderlo, es la clave para dar la bienvenida a esa transformación, que empieza por y en nuestro interior.
En mi espacio laboral he sido testigo y testimonio, de cómo aferrarse a lo que ya fue, ha provocado que nada nuevo suceda, donde los cambios “han pasado”, pero no han transformado. En mi espacio personal, el cambio llegó para mostrarme todo lo que había procrastinado, la transformación es intensa y el proceso fuerte.
Es curioso cómo a la mente le asusta e incomodan los cambios, somos sensibles ante lo diferente y en la modificación en nuestros hábitos y costumbres. Lo cierto es que ante lo inesperado y lo que no podemos controlar, la resistencia va de la mano con el ego, para hacerse compañía y un dúo explosivo.
Es irónico cómo a veces nos sumergimos en el victimismo, nos sentimos atraídos por el conflicto al no dejar de hablar de él y nos enfrascamos tanto en cómo las cosas se hicieron y se vivieron en el pasado, que perdemos la mirada del presente y nublamos el futuro.
Aceptar el cambio, no siempre es de lo más fácil y sencillo, sin embargo, es de lo más liberador. Mi maestro siempre dice que el cambio se presenta para que sanemos algún aspecto de nuestro interior, que hemos decidido ignorar y creo que tiene razón, ya que, desde mi experiencia, cada vez que quise “fingir demencia”, ante algún cambio, solo se tornó más fuerte e insistente, más poderoso y si a eso le pueden añadir un significado negativo, de miedo o inseguridad que le damos, definitivamente resulta abrumador.
Hoy puedo decirles que aceptar con consciencia y de corazón los cambios que llegan a nuestra vida, son la posibilidad de lograr hacer cosas grandes, de encontrar nuestra paz, de transmutar todo eso que llevamos dentro, cual oruga pide convertirse en mariposa. Creo que, si empezamos por aceptar los cambios, tal y como son, tal y como llegan y escuchar el mensaje implícito que tienen, habremos ganado la primera batalla, que no es sino con nosotros mismos.
Dejar de vivir el presente, por aferrarnos a un pasado, que no tiene futuro, es negarnos la posibilidad de transformarnos y evolucionar.
¡Bienvenidos sean los cambios entonces!, esos que vienen desde dentro, porque todos son el catalizador, para ir tras esos sueños, para ser nuestra mejor versión cada día y sentirnos felices y completos con nosotros mismos. Y para todos esos cambios que vienen desde afuera, que sean esa barca, para trasladarnos de un lado a otro, para dejar de estar cómodos y potenciar nuestro ser, convirtiéndolos en una oportunidad.
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