Entre el popular retorno progresivo y el retorno voluntario a las actividades de la vida rutinaria que teníamos y que la pandemia por COVID-19, nos modificó, vale la pena reflexionar sobre qué es lo que vamos encontrando y dejando en este camino.
Diversas situaciones, cambios, pérdidas y demás, son algunas de las cosas que este tiempo pareciera que nos indica un “nuevo camino”. ¡Ojalá así fuera! Lo cierto es que, además, de las nuevas modalidades de intercambio, donde lo virtual se convirtió en lo “novedoso”, en la vía de conexión, de salvación de negocios y la reinvención de otros, creo que lo fundamental está en mirar cómo este suceso que nos tocó vivir, tocó nuestras vidas, para lograr cambios que sean fundamentales.
No quiero hablar de porcentajes, porque no me parece esencial a la hora de ver cómo la humanidad sigue siendo la misma, no descarto evidentemente que a muchos sí nos transformó, pero para otros, la pandemia no les cambió en lo más mínimo.
Quizás mi inocencia ya es grosera en este tema, al creer que momentos tan duros como los que vivimos, marcados por un sinnúmero de circunstancias nos cambiaría, pero cuando miro los entornos por donde transito en mi vida y se ven igual o peor que antes de la pandemia, no puedo dejar de pensar, qué más tenemos que pasar como seres humanos, para tomar acción y cambiar, para ser mejores o por lo menos más coherentes. No dejo de preguntarme porqué una situación tan terrible y determinante, no nos cambió ni siquiera un poco.
No voy a topar los temas emocionales, ya que cada quien libra su propia batalla, sin embargo, quiero decir que me parece una locura, “darse el lujo” de no cambiar este aspecto de sus vidas.
En todo caso prefiero referirme a la lucha entre la coherencia e incoherencia, que aún después de una significativa cuarentena, seguimos viviendo.
He llegado a la conclusión de que ningún suceso en la vida como humanidad, nos liberará del egoísmo, la falta de solidaridad, las quejas, la inconformidad y la apatía. Si todas estas “cualidades”, se usaran en el sentido inverso y transformáramos las quejas en gratitud, el egoísmo en empatía y la inconformidad en sentido de coherencia, grandes pasos y un avance gigante habríamos logrado.
Por ejemplo, ese defectito que tenemos de quejarnos por todo, con todos y contra todo, es definitivamente el que más incoherencia atrae. Quienes tenemos un trabajo con cierta estabilidad, nos quejamos por tener que retornar progresivamente, quienes perdieron su trabajo harían lo que fuera por tener uno, sea presencial o no. Quienes perdimos a seres queridos (en pandemia o no), no dejamos de reclamar, pelear o buscar culpables. Pero quienes se quedan mirando la vida pasar, sin hacer nada para transformarse y transformar su realidad, definitivamente en mi opinión, son los más peligrosos.
Ojalá el uso de la mascarilla sirviera, para ser el tapabocas de las palabras y acciones sin sentido, quizás el “mutis” fuera más para construir que para callar lo que debe ser dicho.
En todo caso, no quiero perder la esperanza, quizás en un par de años más, miraremos hacia este suceso, para apreciar lo mucho que como seres avanzamos. Quizás aprendamos en definitiva que el poder de transformarnos empieza desde dentro con nosotros mismos, con nuestra actitud, nuestros sentidos, que seamos capaces de ser coherentes entre lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos.
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