A través de varias lecturas, charlas y sesiones he entendido que los “debería” en la vida pueden ser ventanas por donde entre una luz enceguecedora, que no permite ver lo esencial de nuestro ser, cuando le damos cierta cabida.
Desde el significado de las palabras, el “debería” o “debería de”, son palabras de uso coloquial, que expresan obligación o consejo, pero más allá de una definición gramatical, lo que aquí me invita a filosofar, es el significado que afecta en la práctica nuestra vida.
Haciendo un rápido recorrido por las circunstancias que se nos presentan, en los distintos espacios por los cuales vamos transitando y retomando las palabras de Louise L. Hay ”no hay frase más dañina que la de: deberías de…”, pensemos por un momento, cuánto nos ha condicionado esta premisa.
Entre los cientos de discursos que escuchamos, los sermones religiosos y no religiosos, diálogos internos, charlas con amigos, recuerdos y proyecciones futuras, definitivamente la frase “debería de”, resulta ser un personaje invisible, pero que está presente en toda la película de nuestra vida, yo diría que puede llegar a convertirse en una bomba de tiempo, que amenaza no solo nuestros días, sino nuestra psiquis e incluso me atrevería a decir que pone a prueba nuestro amor propio, cuando le prestamos una incuestionable atención.
¿Por qué es más que una frase letal?
Desde lo que creemos ser, lo que quisiéramos y lo que realmente somos, la frase “deberías de”, resulta ser como un juez que hace su trabajo: juzga y pone en medio el significado de “lo bueno” y “lo malo”.
Desde los productores de la película “deberías de ser un buen hijo”, hasta “deberías de serme fiel toda la vida”, pasan un montón de “deberías”, dichos por terceros y cuartos, pero no hay un “debería”, más letal, que aquel que nos decimos a nosotros mismos, desde un lado acusatorio y recriminando alguna situación o comportamiento.
Vale la pena entonces, recordar que todo en nuestra vida es parte de un proceso y constante evolución, para convertirnos en las personas que podríamos llegar a ser. Desde esta perspectiva el “deberías de”, es una frase que puede encender una discusión, una pelea y hasta ser el motivo de frustración.
“Ya debería haber aprendido”, “debería ser más firme”, “debería ser más consciente”, “debería ser más empático”, etc., etc., etc.
Lo cierto es que el “debería” construye expectativas y presión en la vida, si no se pasa por una reflexión e introspección.
Qué tal si…
Qué tal si en lugar de decir “debería de haber hecho tal o cual cosa”, lo cambiáramos por “podría”. Su significado da un giro cualitativo.
Hablar de un “podría”, abre la mente y sobre todo el corazón, sensibiliza y combate la expectativa implantada, por la creencia de que siempre las personas nos deben algo: «debería amarme», «debería respetarme». ¿Qué tal si, nos ganáramos todo eso?, ¿qué tal si inspiráramos a las personas a que nos amen, nos respeten y nos quieran?
Sentir desde el “podría” y no desde el “debería” es una invitación a transmutar cada idea que llega a nuestra mente y por supuesto con ello a la creación de un pensamiento diferente, pues como dice Ruth Nieves, todos los pensamientos que almacenamos en nuestra mente, tienen consecuencias en nuestra vida “no hay ni uno solo que no pague alquiler por esta ahí”.
Pensemos por un instante, qué tal si al cambiar el “debería”, por el “podría”, aceptamos la respuesta que ello traiga, desde un lugar amoroso y compasivo, soltaríamos no solo las expectativas, sino que daríamos un paso hacia la construcción de nuevas realidades y entendimientos.
Creo que el debería, está tan ligado a la ideas preconcebidas y a las perspectivas muchas veces equivocadas, que tenemos sobre la justicia, el respeto o el amor, que lo relativo pasa a ser determinante, sin razón alguna, sino solo desde la pura emoción momentánea o peor aún, desde el ego que no ha aprendido a reconocerse como tal.
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