Reconocer y sentir que no estamos solos, que la energía que irradiamos y recibimos nos afecta directamente y que lo espiritual no tiene nada que ver con lo religioso, es fundamental para poder entender ciertas cosas, que escapan a esa lógica desmedida que perseguimos a veces sin sentido.
¡Pide y serás escuchado!, es una premisa que podría sonar común, sin embargo, hacerlo con convicción, gratitud y de corazón, marca una gran diferencia para obtener un resultado.
Desde mi experiencia les diré que ser asertivo, tener seguridad y certeza al momento de pedir, garantiza que serás escuchado.
Hoy quiero rendir tributo a esa parte de mi vida, que me ha maravillado, que me acompaña y siempre me ha reconfortado. Que me ha escuchado y me ha traído muchas cosas buenas. Son esos “mensajeros alados”, esos compañeros que nacen de una vocecita interna, pero que se materializan en acontecimientos impactantes.
Escrituras bíblicas y religiosas han conceptualizado a los ángeles, con un sinnúmero de definiciones, pero yo no voy a hablar de ese tema, sino de lo que me ha sucedido y cómo estos compañeros han transformado mi vida.
Relatos angelicales
Hace 15 años atrás empecé a sufrir de ansiedad, tuve episodios realmente malos que me hicieron dudar mucho de mi capacidad de resolver las cosas más mínimas y triviales en mi vida. Intenté varias cosas, sin lograr alivio. En esos momentos, me llegó una lectura muy hermosa sobre relatos angelicales. Fue increíble cómo parecía que, por “arte de magia”, mis miedos se estaban curando, mi ansiedad empezaba a calmarse y yo reconectaba nuevamente conmigo.
Cuando había leído algunos libros sobre esta presencia angelical en el mundo terrenal, me sentí atónita. Al poco tiempo, viví uno de los acontecimientos más fuertes y tristes: la muerte de mi esposo. Lo realmente impactante, fue el preámbulo a este episodio.
Unas semanas antes de que esto ocurriera, empecé a pensar en la muerte, una idea escalofriante a veces, pero que no dejaba mi mente tranquila, pensé que mi momento estaba por llegar, pero una mañana, una voz me dijo: “no eres tú quien se va a ir, sino él”. Ahí supe que los ángeles me estaban avisando que esto sucedería. Ustedes dirán, qué historia y pasaje tan loco, probablemente macabro, pero todo depende de la perspectiva con que quieran mirar estos relatos que compartiré con ustedes.
Asimilar la idea de la muerte, en la vida práctica, no es sencillo y mucho menos explicárselo a un hijo de 3 años. En este camino sinuoso, aprendí a pedir de corazón, no solo porque la paz volviera a mi vida, empecé a agradecer por todo lo que este acontecimiento me traía como un mensaje escondido.
Ángeles en mi camino…
Despegarse del ego y el victimismo en situaciones adversas, no es sencillo, optar por dejar el sufrimiento autoinflingido es mucho más desafiante, cuando no sabemos cómo digerir y manejar nuestras propias emociones. Simplemente les diré que aceptar lo sucedido, encontrar las partes buenas en ello y agradecer por cada cosa, es algo que me ha tomado un par de años entender y ni se diga poner en práctica, pero es lo único que ayuda a trascender las experiencias.
Una mañana como tantas, desperté con profunda tristeza, por todo lo que estaba viviendo, habían pasado apenas 2 meses de la muerte de mi compañero de vida y recordé con profunda nostalgia, las flores que me hubiera gustado recibir de su parte. Ese mismo día, cuando llegué a mi trabajo, una compañera había pasado a dejarme lirios en mi oficina, luego solo me dijo, que sintió de corazón que yo necesitaba recibir esas flores. Para mí esa fue una forma amorosa de los ángeles, de decirme que me estaban escuchando, que estaban interviniendo para aliviar mi dolor, alegrando con flores mi día.
Un par de semanas después, yo seguía pensando en que no podía existir acontecimiento más triste que el que yo estaba viviendo, no dejaba de repasar lo injusto que era lo que había sucedido, ¿cómo se le había ocurrido a la vida y a la muerte, llevarse a un esposo y a un padre tan amoroso?, ¿qué había hecho yo, para merecer semejante cosa?
En un evento laboral, tuvimos un encuentro con varias organizaciones. Yo huía de los grupos de personas, recuerdo que fui de no muy buena gana al evento, quería estar sola. Así fue que aislada una vez más, acompañada por mis pensamientos de tragedia, un hombre se me acercó, así de la nada, pues yo me encontraba lejos del centro del evento, con mi mirada perdida en una pileta de agua.
“La vida es hermosa”, me dijo. “Yo siempre les digo a mis chicos que solo tienen cáncer, solo es una enfermedad, deben seguir, no es el peor acontecimiento en la vida”. Simplemente me quedé impactada. Estas palabras, junto a la energía positiva que tenía este hombre, me removieron por completo. Los ángeles me respondían a través de este ilustre desconocido, aquella pregunta que me había estado haciendo en esos días.
Mensajeros alados
A veces la rutina, el estado pesado y repetitivo que llevamos día a día, sin mirar, sin observar y agradecer por todo lo bueno que tenemos a nuestro alrededor, es la consecuencia de sumirnos en lo banal.
Los avisos extrasensoriales de mis mensajeros alados, han marcado muchos momentos en mi vida, desde enfermedades como el covid, accidentes de tránsito, confesiones de verdades ocultas; hasta esa compañía que simplemente me invade de alegría, de paz y me reconforta siempre. Cuando aprendemos a pedir, somos escuchados.
En los momentos más duros, me han protegido. Les diré que en los acontecimientos recientes que vivió Ecuador, donde la convulsión social fue extremadamente violenta, sentí el terror de cerca. Pedí con convicción estar a salvo y así fue.
Debía regresar a mi casa, en un viaje incierto, lleno de protestas, vías cerradas y violencia a cada paso. El camino no solo se me hacía largo, sino eterno, porque estaba en una ruta que no conocía, en un monumental tráfico y con mínima batería en el teléfono móvil.
Había pasado más de una hora, atrapada en la congestión vehicular, en el carril izquierdo, tratando de llegar a una de las carreteras principales para encontrar un camino que me llevara a casa. Mi hijo me esperaba y yo me desesperaba. Tomé la decisión de pedir ayuda y posada a un ángel terrenal llamada “tía”. Después de pasar más de 90 minutos atrapada, esa voz me decía: “no vas a llegar, debes quedarte”.
La congestión era abrumadora y para poder estar segura, debía tomar el carril derecho, lo que parecía algo si no por lo menos imposible, bastante audaz. Recuerdo que ese momento dije mi plegaria favorita, para mis mensajeros alados y fue increíble cómo al instante, encontré un espacio, cambié de carril y tomé el derecho, después de eso, el tráfico empezó a fluir.
Lo que a veces nos parece una contrariedad, es simplemente una bendición en el camino.
Si podemos tener la capacidad de creer con el corazón y no con la mente, todo es posible. A veces no hay respuestas desde la razón, sino solo desde la emoción.
Han sido tantos y tantos momentos que he tenido su guía divina, su mensaje y compañía, que podría contarles mil historias más, pues ahora que soy consciente de su existencia, sé que siempre han estado conmigo, velando mis sueños y aliviando mis fiebres de la infancia.
A veces los ángeles se presentan en forma de amigos, familiares, de conocidos y desconocidos, en sincronías numéricas, nos dejan pistas, nos regalan aromas y sensaciones, nos hablan a través de melodías y energías, para hacernos sentir su presencia y compañía.
Pienso. Creo. Escribo.
Gracias Pau por desvelar tu alma. Nos encontramos siempre! 🙂
Que hermoso fragmento Pauly estoy convencida de que usted se ha convertido en un ángel para muchas personas, gracias de corazón, es una lectura que me hacía falta y renovó mis pensamientos. Un gran abrazo!!!