Pensando en los refranes y las frases que comúnmente decimos y escuchamos, recordé aquella que dice “los opuestos se atraen” y me gustaría opinar sobre esta creencia, en gran parte también y a propósito del artículo anterior que escribí.
En infinidad de ocasiones hemos escuchado y hecho apreciaciones a partir de esa frase, casi siempre para referirnos a las relaciones de pareja y aunque no tenga maestría en el tema, no impide ver lo que es obvio y se puede percibir.
Desde la manera de ser, la personalidad y características que tenemos, definitivamente los opuestos no se atraen. En esta nueva era en la que inevitablemente hemos entrado, vale hacer un recuento de todo lo que poco a poco vamos asumiendo, asintiendo y adoptando en nuestras conductas y prácticas diarias.
Si bien unas conductas son simplemente repetitivas, están ahí casi-casi por default, otras las vamos adoptando del entorno y el contexto que nos rodea. En este sentido, debo decirles que salir de ese espacio, cuando ya no vibra igual a nosotros, no es fácil, pues requiere de un reconocimiento previo de la situación actual y la voluntad de querer cambiar y vibrar en una sintonía diferente. En ese punto, la salida será inevitable, cuando hayamos dado este paso.
Se han preguntado algunas veces, ¿por qué estamos rodeados de personas que realmente no nos aportan en la vida? Durante este tiempo de interiorización me he hecho esa pregunta.
¿Cómo y quiénes son esas personas que atraemos a nuestra vida? La respuesta es tan sencilla y compleja al mismo tiempo, y es que tiene que ver con lo que somos nosotros mismos, lo que proyectamos e introyectamos, es decir, esas personas son como un espejo.
Suena interesante este tema, a mí me ha fascinado, no solo por lo que significa como tal, sino por lo que he podido descubrir.
Verse reflejado en las personas puede ser aterrador o liberador, motivante o sin nada de entusiasmo, depende quien sea la persona que nos refleje. Quién diría que cuando alguien que “nos cae de la patada”, como decimos coloquialmente, se deba a que nos estamos reflejando en ellos, en esas actitudes precisamente que nos causan conflicto, que nos molesta y a veces hasta nos resiente.
Esto significa que, lo que usualmente nos “choca” del otro, se debe a que está dentro de nosotros mismos. Creemos que supuestamente nos hace diferentes unos de otros, pero la verdad es que desde un punto de vista evolutivo y de cierta manera ontológico, resulta todo lo contrario.
Los opuestos no se atraen, pues las convicciones, pensamientos y emociones, que no vibran igual a nosotros, hace que nos alejemos poco a poco, que dejemos de entendernos y atraernos. Cuando dejamos de conectar con las personas y los entornos, es porque definitivamente estamos caminando hacia el otro extremo. Nos convertimos en el opuesto.
Entender este tema puede resultar incómodo y quizás hasta algo doloroso, ya que muchas veces esos entornos tienen significados fuertes, pues se trata de nuestra familia, pareja, amigos, compañeros y hasta conocidos.
Alejarnos de las personas que no nos aportan, que bajan nuestra vibración, atentan contra nuestro estado de ánimo y trastornan nuestros sentidos y energía, por más amor que les tengamos, paciencia y hasta consideración, es una cuestión de vida o muerte muchas veces, poder tomar esa sana distancia.
Es tan duro en ocasiones, asimilar esto en la práctica, en la convivencia, pero cuando damos un salto hacia la real diferencia, cuando nos convertimos poco a poco en lo opuesto, definitivamente la atracción se termina y lo único que queda es el vago recuerdo y a veces, como lo dice mi maestro: “amar de lejos”.
Convertirse en el opuesto de alguien a quien amamos, sentir y ser diferentes a esas personas, desde la profundidad de nuestro ser, hace que empecemos a tomar distancia, emocional y existencial.
Como ya lo he dicho antes, soltar y dejar de sentir apego por las personas, es una de las cosas más difíciles, porque significa encarar al ego, dejar de insistir en que las personas sean como queremos. Entonces implica confrontarnos a nosotros mismos, en un estado emocional, pero por, sobre todo, tomar acción consciente.
Poco a poco vamos viendo que este proceso evolutivo es inevitable, pues dejamos de encontrar similitudes, alegría y sobre todo conexión con las personas y seres amados.
Quizás una de las cosas más difíciles, pero a la vez más importantes en la vida, tienen que ver con este tipo de apreciaciones, porque se trata de recuperarnos a nosotros mismos, de entrar en una sintonía diferente y trascender.
No podemos, ni tenemos porqué cambiar a las personas, cada quien es responsable de su propia vida, de vivir su propio proceso, por más que se trate de alguien especial o a quien amemos mucho, no somos los salvadores de nadie, más que de nosotros mismos.
Empecemos entonces, a vibrar junto con aquellos que están en nuestra misma sintonía, a valorar y cuidar lo más importante que tenemos, que es nuestra energía y espíritu.
Empecemos por preguntarnos ¿realmente vale la pena sostener a esas personas en nuestra vida? Si la respuesta es sí, entonces creo que aplica eso de que, «cada roto atrae un descocido».
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