Después de haber comentado en un artículo anterior, cómo los entornos y contextos nos definen y resultan decisivos muchas veces en nuestra vida, hasta convertirnos en alguien que no queremos ser, me viene a la mente ahora una nueva reflexión: “ser realistas o ser felices”. He ahí la disyuntiva.
En medio de un mundo que vive tan acelerado, donde fuimos programados para ser “realistas” desde nuestra niñez, me pregunto ahora, qué repercusiones ha traído esto, cuando entramos en el dilema de hacer lo que nos gusta y apasiona, o ser “realistas” y no salir de nuestra zona de confort, que nos brinda la sensación de seguridad, donde medianamente creemos tener todo bajo control.
Como mamá me maravillo cada día con todo lo que mi hijo me enseña, sin miedo a equivocarme puedo decir que él es un gran maestro en mi vida. Para muchas personas esto sonaría ilógico, ya que se supone que “debería” ser al revés, yo creo en la igualdad en este sentido y definitivamente él me motiva a querer ser feliz.
Lo cierto es que más allá de las motivaciones que nos despierten las personas que amamos, es nuestra propia responsabilidad ser y hacernos felices. Cuando somos madres y padres, estamos llamados, además, a educar con el ejemplo. Ahí es cuando yo pregunto. ¿cuántas veces somos testimonio vivo de lo que predicamos o de lo que quisiéramos para nuestros hijos? ¿Les enseñamos a ser felices o a ser realistas?
En nuestra idiosincrasia, lo más cómodo es ser realistas, porque ser felices para muchas personas “está carísimo”, no solo en el sentido literal de la palabra, sino en los retos que eso requiere para ser asumido como tal.
Si vamos a un sentido más práctico, pero profundo, ¿qué significa ser felices? Para mi, este camino ha empezado por ver las cosas desde otra perspectiva y hacer todo aquello que me traiga paz y plenitud. Dicho así…aún tengo mucho trabajo por hacer.
Muchas veces pasamos demasiado tiempo analizando y pensando, sorteando las probabilidades y posibilidades, lo que pudo haber sido y no fue, lo que pasó o no sucedió. En medio de este drama, se nos va la vida y las oportunidades para ser felices, por miedo y cobardía con nosotros mismos, por inseguridad, por el qué dirán, por falta de ganas y por si acaso.
A mis 41 años, me atreví a hacer una de las cosas que siempre quise y que me hace feliz: escribir. Lo había postergado por un sinnúmero de razones y entre la pereza o falta de inspiración, transcurrió un buen tiempo. Las cosas llegan a nuestra vida cuando estamos listos, cuando nos damos la oportunidad, pero sobre todo cuando tomamos la decisión de ser felices, porque es así, la felicidad es una decisión.
Si bien la felicidad es muy amplia y diversa, también está en las pequeñas cosas y detalles, pero por sobre todo creo que nos invita a desafiarnos día a día, a preguntarnos si todo lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos, nos trae esa paz y admiración por nosotros mismos, con la elección que hacemos día a día, en ser la persona que deseamos de corazón ser.
Casi siempre delegamos o depositamos nuestra felicidad en terceras personas, en la familia, en la pareja, cuando está únicamente en nuestras propias manos. Resulta muy complejo entender y asumir esto en la práctica, ya que nos condicionaron a pensar y sentir que venimos a este mundo, para que alguien más nos hiciera felices, nos dijeron que venimos incompletos y que solo encontrando a esa “otra parte”, seremos felices. Este es un cuento de terror, que sería bueno empezar a superar, para dejar de ser realistas y empezar a ser felices.
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