Hoy llegó a mí una lectura verdaderamente profunda, algo que tocó mis sentidos en el momento preciso. Creo que así sucede, cuando tenemos apertura.
Esta lectura invitaba a reflexionar sobre lo que significa irnos de un lugar del que no pertenecemos y en el que no nos conviene quedarnos.
Creo que este punto aplica para cualquier área de nuestra vida, pues si hacemos recuento de todas las veces que nos quedamos, a la fuerza en un lugar o circunstancia, que dejó de correspondernos o de convenirnos, la verdad salta y nos mostrará que debemos salir de ahí.
Muchas veces nos enfrascamos en que las cosas sean y resulten como queremos, que la gente cambie, presionamos en todo el contexto para que así sea, cuando vamos dejando de lado, eso que precisamente nos muestra que por ahí no es el camino. Incluso dejamos de escucharnos a nosotros mismos.
Aferrarnos a las cosas, a las personas, a las situaciones inmutables, para que todo sea como queremos que sea, es uno de los errores más graves. Yo lo he cometido, claro está que solo me di cuenta, cuando pasé la experiencia.
Cada día es un descubrimiento, y si pueden hacer una lectura amorosa y comprensiva de sus propias vidas, se darán cuenta de que es ella, quien precisamente se encarga de sacarnos a empujones de esos lugares y circunstancias, no solo porque no debemos estar ahí, sino porque nunca pertenecimos a ese lugar.
A veces “solo se trata” de amor propio, otras veces se trata de decisión, pero lo cierto es que cada vez que forcemos las cosas o las circunstancias, la vida nos mostrará con inclemencia que es el camino equivocado.
Pensando detenidamente sobre esto que les digo, regreso sobre el amor propio, ¿qué significa, de dónde nace y cómo se cultiva?
Mi maestro siempre dice que el amor propio es saber que podemos lidiar con lo que la vida nos ponga en frente, que somos suficiente y que ya estamos completos. Creo que no se equivoca, pero también les diré que esto no siempre es tan evidente y es más fácil decirlo que practicarlo.
Mirar hacia dentro, volver siempre a nuestro centro, activar nuestra propia brújula, hacer todo lo que de nosotros dependa para ser felices, creo que definitivamente será un acierto que ahorre penas, preocupaciones y sufrimientos. Pienso que de ahí nace el amor propio.
El secreto está en valorarnos y querernos tanto, que no tengamos que presionar, que no tengamos que insistir en los lugares que no nos corresponden, o donde no nos quieren, que no nos traen felicidad y no aportan en nuestra vida.
A veces permitimos que el miedo se apodere de nosotros, a tal punto que doblega nuestra decisión y hasta nuestra voluntad, creo que ese aspecto puede ser peligroso, si no hacemos un alto, que nos permita mirar más allá y empezar a equilibrar nuestra propia balanza.
El miedo es uno de los aspectos más fastidiosos del ego, porque nos paraliza, nos deja sin piso y nos expone a situaciones indeseables, como querer estar donde no es.
Si por causa del miedo, olvidamos, además, quiénes somos y lo que con amor y generosidad hemos ofrecido, habremos fracasado en la primera lección del amor propio, porque esto provocará, que aceptemos cualquier cosa, que hagamos propios los problemas que no son nuestros, que nos ocasionemos sufrimiento, que tengamos expectativas que nunca serán cumplidas, que demos lo mejor de nosotros mismos a cambio de nada y a quienes no lo valoran.
Mi mamá siempre nos decía para que aplicáramos en nuestra vida: “primero yo, segundo yo, tercero yo, luego estoy para los demás” y ahora veo tanta sabiduría en sus palabras. No se trata de egoísmo, sino de que seamos nuestra prioridad siempre.
Creo que, para cultivar el amor propio, podemos empezar por reconocer los seres maravillosos que somos, ser sensatos con nosotros mismos, perdonarnos de corazón por lo que no sabíamos, tenernos paciencia y cariño, afianzar nuestra voluntad, respetar nuestra decisión; y hasta como dice el meme “hablarnos bonito”.
Hoy comparto esta reflexión, porque, aunque ustedes no lo crean, los reales problemas de las personas, los miedos, la infelicidad, la insatisfacción y hasta los enredos más burdos que pasamos y que nos atormentan, tienen su origen en esa falta o escasa claridad, de lo que es e implica practicar en el día a día, el amor propio, para mostrarnos a nosotros mismos que merecemos vivir una vida sana y feliz.
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