A propósito de la reciente celebración del día de la madre en muchos países del mundo, puedo decir que el vínculo madre-hijos, es uno de los más icónicos en la vida de un ser humano, no solo por ser el origen de la existencia misma, sino al ser el promotor del diseño de una vida.
Hay vínculos que atan, otros que delatan, pero los vínculos que unen desde el corazón, sobreviven a todo, tienen resiliencia y son capaces de perpetuarse en el tiempo.
Hablar del poder que tiene el vínculo maternal, es un campo amplio, pues existen distintos modelos de maternidad, diversas formas de maternar y desafíos fuertes e increíbles en ese trayecto, tanto para quienes viven la maternidad, como para quienes son producto de ella.
Entre el fervor comercial y las emociones profundas que se conjugan al mismo tiempo, el día de la madre se convierte en una oportunidad para renovar ese vínculo, para fortalecerlo, para crear otros y para crecer emocional y espiritualmente.
El poder del vínculo maternal
A través del tiempo y las circunstancias que vamos viviendo, los vínculos que hemos formado, se ven puestos a prueba y son el motivo de aprendizajes y reflexiones.
Podemos conocer a muchas personas, hacer amigos, tener pareja, un gran trabajo, gratos momentos, familias numerosas, vivencias y emociones, pero nada de lo mencionado, se compara con el poder que tiene el vínculo maternal, sobre nuestra vida, ese vínculo que se forma incluso antes de que el ser adquiera forma y llegue al mundo.
Un vínculo sano y fuerte, reconforta y sostiene, se convierte en un refugio para el alma y el corazón. Un vínculo débil, puede causar inestabilidad, dependencia y fragilidad. La clave del asunto es apreciar ese vínculo y cómo es que nos moldea, nos nutre y nos transforma.
El vínculo con mamá, es complejo, pero es único, algo que nada, ni nadie puede reemplazar. Así como hay variedad de personas en el mundo, hay diversas formas de ser mamá. Sobre la madre se depositan infinidad de definiciones, emociones, expectativas y hasta una cantidad inmensa de cargas, muchas de ellas innecesarias, que afortunadamente para este tiempo, se han empezado a resignificar.
Los hijos vamos conjugando distintas demandas y roles, pero como bien dice el refrán “Solo cuando seas padre, aprenderás a ser hijo”, es muy cierta, ya que solo a partir de ese momento, es cuando no solo se revive el ciclo de creación, sino la oportunidad de hacer que ese ciclo sea evolutivo.
Liberar a mamá
Probablemente hemos depositado inmensas cargas emocionales, existenciales, materiales, afectivas y hasta tóxicas sobre nuestra madre. Hay personas que piensan y sienten más que otras, algunas son quizás como un apio crudo, a las que ni les va ni les viene, pero lo cierto es que todo lo que hizo mamá en nuestra vida, merece ser reconocido y agradecido, incluso aquello que pueda ser percibido como frialdad o que cause dolor, porque se convierte en la oportunidad que nos pone la vida, para aprender a lidiar con ello, superarlo y transformarnos.
Liberar a mamá de aquellas ataduras y cargas emocionales, es también un regalo hacia nosotros mismos. Las madres son seres humanos, con errores y aciertos, con bondad y dureza, con ternura y determinación, algunas más expresivas que otras, pero el poder que tienen a través del vínculo que forjaron sobre cada uno de nosotros, es significativo, incluso para aquellas personas que perdieron a su madre, el poder del vínculo trasciende en el tiempo, en la forma de apreciar y transformar la vida.
Sobre el vínculo maternal que por sí solo tiene su propia carga, poderes sanadores y transformadores, hemos colocado otras cargas, muchas de ellas innecesarias y egoístas. Hemos creído que el sacrificio es una manera de amar, le hemos exigido perfección a un ser humano, hemos depositado un montón de contradicciones en ese vínculo, pues por un lado proclamamos absoluta independencia y por otro exigimos atención y el refugio en su abrazo protector.
Las madres no son un sinónimo de perfección, con cero errores o sin derecho a rectificación, a veces somos implacables al elaborar juicios sobre ellas, en cómo nos criaron o cómo vivieron su vida. La verdad es que, en la cadena evolutiva por así decirlo, si eliges la maternidad, no podrás librarte de estas valoraciones.
Entonces si por un instante podemos pensar en lo complejo que es asumir la maternidad, en llevar bajo tus hombros la responsabilidad de formar seres humanos, yo diría que las madres ya son por sí solas, más de lo que podemos esperar.
Desde mi rol como hija, aprecio este vínculo, reconozco el increíble poder que tiene sobre mí y doy gracias por lo afortunada que soy al poder disfrutarlo y resignificarlo. Desde mi rol como madre, diré que haber tenido un hijo, me desafía cada día a ser una mejor persona.
El vínculo madre-hijos es único e irrepetible. Gracias mamá…
Pienso. Creo. Escribo.
Madre: nueve meses en el vientre, dos años en los brazos y el resto de la vida en el corazón. Te amo mucho hija 🥰
Yo te amo más. Gracias por tu vida en la mía.