En la vida tenemos valores, convicciones y aficiones, intentamos conocernos cada día, retarnos cuando es necesario y detenernos cuando es imposible avanzar sin rumbo fijo.
He llegado al punto de cuestionar muchas de esas reglas y convicciones, para apuntar al destino a dónde quiero llegar. Las personas sentimos e imaginamos en muchos casos, hasta dónde quisiéramos y a dónde somos capaces de llegar, en el intento, no solo de descubrirnos a nosotros mismos, sino de hacer posible esa vida tan soñada e imaginada.
Las prioridades son diversas, un universo infinito, pero siempre prevalece y está ahí, nuestra real esencia, que muchas veces salta para recordarnos quiénes somos y otras veces no encuentra el camino para guiarnos.
Vivir despacio o de prisa, en medio de tantos cambios constantes, algunos silenciosos y otros que definitivamente vinieron para cambiarnos la vida, es la pregunta que me saltó.
Entre ese ir y venir de experiencias y sentires, a veces no nos queda más que reinventarnos, pero siento que lo fundamental es reconocernos. Recordar quiénes somos, es la brújula que nos guía, para no apartarnos del camino. Muchas veces el dolor, el desaliento o la decepción debido a nuestras expectativas no cumplidas, nos hace apartarnos del camino, “fingir demencia”, como siempre digo, a veces termina siendo el camino por el cual optamos.
En mi perspectiva, vivir de prisa puede ser una experiencia peligrosa, también puede ser grata, pero en todo caso lo que sí es seguro, es que de allí saldrá un aprendizaje.
Fue en ese preciso instante, en que me hice esta pregunta, en que me di cuenta de cuáles son mis “no negociables”, el más preciado, es recordar quién soy, lo que sin miedo a equivocarme sé que me dará paz y me hará feliz. Entonces, vivir de prisa no es mi afición. Me hice una repregunta al mismo tiempo…será que, a ciertas edades, algunas personas quieren vivir precipitadamente, perdiéndose el proceso, dejando de lado lo maravilloso y emocionante que son los instantes, los momentos compartidos, los vínculos que somos capaces de crear en la cotidianidad, en la convivencia diaria, en los detalles. Estos son aspectos que, sin miedo a equivocarme, puedo decir que me fortalecen y me han dado las mejores experiencias en mi vida, entonces, en lugar de vivir de prisa, prefiero disfrutar profundamente de los momentos creados desde la conexión y el vínculo espiritual, esa es quien soy.
Vivir el placer, sin dar ni poner el alma, probablemente sería perder una oportunidad, en un mundo tan acelerado, tan sin sentido, sin embargo, para mí sería una condena. Yo me niego rotundamente a creer que los detalles, el proceso y los vínculos creados, sean premisas caducas. Y si así lo fueran, me declaro una especie en extinción, un ser de la vieja escuela, que no puede entregar lo mejor de sí misma, a cambio de lo efímero, o de “ver qué pasa”, detrás de la idea de que “vivir de prisa”, sea la consigna de nuestro tiempo.
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